Como consecuencia de la revolución
agrícola y demográfica, se produjo un éxodo masivo de campesinos hacia las ciudades;
el antiguo agricultor se convirtió en obrero industrial. La ciudad industrial
aumentó su población como consecuencia del crecimiento natural de sus
habitantes y por el arribo de este nuevo contingente humano. La carencia de
habitaciones fue el primer problema que sufrió esta población socialmente
marginada; debía vivir en espacios reducidos sin comodidades mínimas y carentes
de higiene. A ello se sumaban jornadas de trabajo, que llegaban a más de
catorce horas diarias, en las que participaban hombres, mujeres y niños con
salarios miserables, y carentes de protección legal frente a la arbitrariedad
de los dueños de las fábricas o centros de producción. Este conjunto de males
que afectaba al proletariado urbano se llamó la Cuestión social, haciendo alusión a las insuficiencias materiales y espirituales que
les afectaban.
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